jueves, 6 de octubre de 2016

Diseño, Confección y Emprendimiento en Santiago Nonualco.

El Azul intenso vibra en Santiago Nonualco, teniendo a una mujer emprendedora como protagonista.


Las prendas teñidas en añil tienen como valor especial el trabajo dedicado y complejo de los artesanos que han encontrado en el colorante una industria en franco florecimiento, como la micro empresa “Azul Nonualco”, fundada por Kessia Zelaya.
La joven emprendedora vive en el municipio de Santiago Nonualco y con mucho esfuerzo genera empleo y aporta a su localidad un valor cultural a través de sus prendas, que le valieron en 2014 el reconocimiento de “Artesana Símbolo de la Perseverancia”, galardón otorgado por la Camara Salvadoreña de Artesanos y la Alcaldía de su municipio.
La micro empresaria comenta que el proceso de teñido dura entre 30 y 45 minutos por pieza y se trabaja con diferentes técnicas, como el encerado y el amarre. El uso de la última técnica permite hacer diseños personalizados, pues no quedan dos piezas iguales.
En esta empresa no solo se dedican a teñir, sino que también confeccionan sus propias piezas: camisas, camisetas, bolsos, carteras y sandalias son parte del repertorio.
Puede encontrar a Azul Nonualco en diferentes ferias organizadas por el Ministerio de Turismo o en uno de los principales portales de Santiago Nonualco, al sureste del parque municipal Anastasio Aquino, también les puede buscar a través de su cuenta de Facebook como: Azul Nonualco.



lunes, 26 de septiembre de 2016

Añil en la época colonial, El Montepío de cosecheros de añil




El cultivo de añil era de gran importancia, tanto para los habitantes de la Provincia de San Salvador (el territorio de lo que hoy llamamos El Salvador), como para las autoridades coloniales. Aunque la mayoría de los cultivadores estaban en nuestro territorio, los exportadores vivían en la capital de la Capitanía General. Para trabajar en sus cultivos, los productores dependían del crédito que les adelantaban los exportadores lo que era motivo de conflicto constante entre ambos grupos. Para aliviar el problema de los productores, el Capitán General Matías de Gálvez creó la primera institución crediticia de nuestro país: el Montepío de Cosecheros de Añil, el 6 de septiembre de 1782. La creación del Montepío es importante porque es una de las instituciones que daba un poder a los habitantes de la Provincia y los organizaba en contra de los intereses de la capital.

Estatutos del Montepío de Cosecheros de Añil:

1° Para el mejor arreglo, fomento y subsistencia del precioso fruto de Añiles, se formará una Sociedad de Cosecheros en la Villa de San Vicente, como la más adecuada entre todas las de la Provincia de San Salvador para las Juntas, y demás providencias de que se hará merito en estas Ordenanzas, y de los más inteligentes se nombrarán dos Socios primero y segundo: dos Diputados y dos Conciliarios, que asistirán con los demás Ministros de que se hablará después en las secciones y Juntas que se deberán celebrar conforme se previene en el capítulo doce y trece.

2° En cada Ciudad, Villa, Lugar o Partido del Reino donde se siembren tintas se nombrará un Diputado, que cele en su territorio las siembras, y cultivos del Jiquilite, y a su tiempo los cortes de él, a fin que lleve la sazón, que se requiere, para la mejor calidad de la tinta, con facultades de dar cuenta al primer Socio de las faltas, o descuidos que note en los cosecheros de su Partido, en donde antes de la siega ha de formar tasmias [estimados] prudenciales del fruto que se podrá coger; cuyo documento remitirán todas al oficio de la Sociedad.

3° Los seis Ministros que constan del capítulo primero, y los Diputados de los Pueblos del antecedente, serán elegidos por alternativa en la Junta General, cuyo ejercicio durará sólo dos años sin que puedan ser reelegidos sin pasar otros dos, no debiendo gozar por este encargo sueldo ni gratificación alguna.

4° Será Juez Protector de la Sociedad el Presidente de la Real Audiencia de este Reino con facultad de poder subdelegar su asistencia para las Juntas en el sujeto que le parezca idóneo.

El original de este documento se encuentra en el Archivo General de Guatemala A3. 23. Leg. 962, Exp. 17, 895. En el Hispanic American Historical Review de agosto de 1950 se publicó una transcripción.

Fuente: Perspectivas Históricas, Héctor Lindo Fuentes.
http://archivo.elfaro.net/anteriores/2002/052702/secciones/opinion/columnistas/hlf/hlf.asp



viernes, 23 de septiembre de 2016

El "oro azul" salvadoreño






En 1848 México perdió la guerra contra EE.UU. y gran parte de su territorio se anexó a la Unión Americana, llegando a constituir los estados de la Costa Oeste, que todavía mantienen sus nombres en castellano, donde pronto comenzó el furor de la fiebre del oro. Esto originó migraciones, no sólo de la Costa Este, sino también de Europa.

La necesidad de ropa confeccionada de un material resistente y encubridor hizo que, en 1853, el señor Levi diseñara el hoy mundialmente conocido y hasta sofisticado “blue-jeans”. Atuendo de mineros de gruesa lona teñida de azul con añil, que se sacaba de la planta del jiquilite, cultivada en los lejanos territorios de la pequeña y desconocida República de El Salvador, en la costa centroamericana del Pacífico.

El añil era transportado a lomo de mula hasta los puertos del Atlántico, luego se embarcaba rumbo a Nueva York, desde donde el tren lo llevaría a su destino muchos meses después de su salida.

La necesidad, impulsa a Cornelius Vanderbilt a iniciar la aventura de hacer llegar la locomotora hasta Centroamérica para agilizar el traslado del colorante azul. Y contratado para trabajar en la empresa del tren, llega a estas tierras el ingeniero irlandés Patrick Brannon, a quien el amor encadenará definitivamente en Sonsonate y será el padre de nuestra gran Claudia Lars. Pero ésa es otra historia.

Durante muchos años el añil fue un fuerte pilar de la economía salvadoreña, hasta que los colorantes químicos, más baratos y con procesos menos complicados, desplazaron el tinte vegetal que casi desapareció de los mercados mundiales. Pasaron muchos años hasta que llegó el cambio de mentalidad y la Revolución Verde evidenció la primacía de los productos naturales.

Como testigo de pasadas glorias, se encontró enterrado cerca de las ruinas de San Andrés un antiguo obraje de añil de la época de la colonia, que se reprodujo en pequeña escala y se puede ver en el museo de ese sitio arqueológico.




Fuente: http://archivo.elsalvador.com/noticias/2004/11/28/editorial/edi4.asp

miércoles, 21 de septiembre de 2016

La piskucha, artesanías de calidad



Esta tienda, ubicada en el Museo Nacional de Antropología Dr. David J. Guzmán (MUNA) y el Restaurante Las Brumas en el volcán de San Salvador, ofrece a los turistas y a los nacionales una extensa variedad de productos varios con un toque artesanal salvadoreño.















El Salvador está representado en esta tienda. Cada detalle, cada color, cada material y diseño es elaborado por manos salvadoreñas de diferentes rincones del país. Desde la zona de El Imposible, el Puerto de la Libertad, San Sebastián, Nahuizalco, Ilobasco y muchos otros municipios, los artesanos innovan los diseños tradicionales convirtiéndolos en productos contemporáneos de alta calidad. También incursionan en el mundo de la moda, incluyendo técnicas artesanales a diferentes accesorios y ropa de todo tipo para lograr piezas únicas.






“Lo que buscamos es que las personas piensen en la artesanía ante todo. Por ejemplo, si quieren decorar la casa, que busquen diferentes adornos artesanales. Queremos que la artesanía se potencie en El Salvador como podemos ver en Guatemala: ahí se sienten orgullosos de llevar algo hecho por manos artesanas”, recalca Mónica de Flores.






Los artesanos pueden llegar a la boutique con sus prototipos, para dar a conocer su trabajo. Es ahí donde el equipo escoge si la pieza puede venderse en la tienda y para ello se evalúa la calidad y la creatividad de cada artesano. Otros artesanos que exponen su trabajo en La Piskucha son descubiertos en diferentes ferias de artesanías a lo largo del país o recomendado por una larga red de artesanos quienes conocen el trabajo de calidad de primera mano.






Gracias al éxito, la tienda abrió una nueva sucursal en el Museo Nacional de Antropología (MUNA) donde se brindó el espacio para hacer un showroom con lo mejor de lo mejor en añil, cuero, vitrofusión, tejido artesanal, barro y otros materiales.






Es así como La Piskucha se ha convertido en uno de los mayores referentes de tiendas artesanales a nivel nacional. Es un espacio nuevo e inclusivo, con las puertas abiertas para todos los artesanos de El Salvador que le entregan a cada turista nacional y extranjero un pedacito de país.


martes, 20 de septiembre de 2016

Una salvadoreña emprendedora



Solo basta escuchar hablar a Vanessa Mazorra por unos minutos para darse cuenta de la seguridad en si misma, el amor por su trabajo y la sed insaciable por crecer cada día.










Empezó a escribir historia en Suchitoto donde, junto a su amigo Jorge Bustamante, inauguraron una tienda de artesanías elaboradas con añil. Al ver la aceptación de la gente y la bondad de esta planta no dudó en buscar nuevos horizontes que le permitirían crear su propia marca. Fue así como empezó a capacitarse en la técnica tomando clases con reconocidos artesanos, descubrió no solo el arte si no también la historia detrás de "el oro azul de El Salvador", de la cual se enamoró.





Años más tarde hizo su sueño se hizo realidad, nació Sol Azul, empresa dedicada al diseño y elaboración de ropa para todas las edades. Con el tiempo su línea se ha ido diversificando ofreciendo desde blusas, vestidos, pantalones, pareos, bufandas, pashminas y camisas hasta carteras, monederos, cojines, edredones, toallas, manteles y más.





"Sol Azul nace como una propuesta de productos innovadores con diseños originales, cada pieza es única y elaborada a mano", dice Vanessa, quien a la fecha ha participado en varias ferias internacionales y exportado sus productos a diferentes países de Centro América y El Caribe.





"He aprendido mucho, sobre todo a tener una visión más grande del mundo de los negocios", asegura. Vanessa es mercadóloga de profesión, desde pequeña fue hiperactiva. Al preguntarle qué es el éxito, responde que es el triunfo de lo que te propones en la vida, trabajando fuerte y siendo constante logras alcanzarlo. "Vivo día a día feliz y motivada por mi Sol Azul, estoy disfrutando los frutos de un trabajo que no ha sido fácil pero me ha dado muchas alegrías", concluye.

Por: Xiomara Alfaro

www.solazul.com.sv, info@solazul.com.sv


lunes, 19 de septiembre de 2016

Añil, potencial económico y turístico



El añil palabra de origen árabe que significa: color celeste o Xiliquite que en náhuatl quiere decir: pastel para teñir. Tiene mucha importancia en la historia económica de Centro América y El Salvador, ya que constituye uno de los legados de nuestras altas culturas, indígenas a la civilización mundial.



Desde finales del siglo XVI a finales del siglo XIX el añil fue el producto agrícola alrededor del cual giro la economía de nuestro país.

En la actualidad se esta rescatando la cultura del añil a través de artesanos y microempresarios que se han interesado en el desarrollo de vestimentas y otros productos elaborados a mano, que de alguna manera se comercializan en ferias y zonas turísticas dentro del territorio salvadoreño, siendo esta una actividad atractiva para el turismo tanto nacional como internacional.

En el ámbito turístico existe actualmente la oportunidad de promocionar los artículos teñidos con añil por medio de exposiciones en ferias artesanales organizadas por Concultura, Ministerio de Turismo, Gobiernos locales, sin embargo esto por sí solo no es suficiente para devolverle el potencial económico que hoy carece este arte, falta mucho por rescatar, pero una de las mejores maneras de tomar iniciativa es la de investigaciones y proyectos de esta naturaleza, motivando a que las mentes jóvenes participen en el aprendizaje de estas técnicas, conozcan la utilidad de este recurso, y en fin lograr de esta manera acercar a las nuevas generaciones al conocimiento y empoderamiento de nuestra cultura.

El Salvador ha exportado añil a Turquía, Suiza, Alemania, Francia y Japón, con quienes ha logrado colocar hasta 550 kg, y planea incluir a Inglaterra, Canadá, Estados  Unidos, México, Holanda, Colombia y Guatemala. Además, el producto terminado (blusas, manteles, pañuelos, pareos, juguetes, bufandas, etc.), son parte del valor agregado que se da al añil, tanto para la producción nacional como internacional. 


Fuente: http://classexto.blogspot.com/p/importancia-economica-del-anil-como.html

lunes, 12 de septiembre de 2016

Suchitoto, añil y equidad de género




Suchitoto, El Salvador. Dicen que el añil es el sexto color del arco iris. También el de las ropas que cuelgan en el taller de artesanías Pájaro-Flor donde Ana e Irma pasan buena parte de su tiempo. Este par de salvadoreñas venden de lunes a domingo las prendas que diez costureras confeccionan para ganarse unos dólares al mes. Casi todas proceden de zonas rurales cercanas a Suchitoto, un municipio a unos 50 kilómetros de la capital del país, y han vivido episodios de violencia familiar o en la pareja.







Suchitoto fue una de tantas ciudades afectadas por la guerra civil que oficialmente se desató entre 1980 y 1992 en el pequeño estado centroamericano, aunque las tensiones sociales se sintieran mucho antes. Miles se refugiaron en Estados Unidos y otros países, mientras que gran parte de los que se quedaron tuvieron que desplazarse entre los 14 departamentos que conforman el estado. Los Acuerdos de paz de Chapultepec que en teoría pusieron fin al conflicto facilitaron, en algunos casos, que “la gente volviera de nuevo a repoblar su lugar de origen. Ahí fue donde surgió empezar a organizar a las mujeres”, explica Ana.

Una integrante de la Concertación de mujeres de la zona seleccionó en distintas comunidades a varias de las costureras que aún hoy trabajan en el taller. “Vino alguien que ya sabía de bordado y nos dio unas clases. No más empezamos con pedacitos de manta, dos madejitas de hilo, como para practicar puntadas para bordar”, narra Irma, de 43 años.


“Los primeros dos años fueron bastante duros”, reconoce Ana, tanto en lo político, como en lo laboral. “Las que iniciamos sabíamos confeccionar un poco y bordar también, pero no sabíamos lo que era ya combinaciones de colores y todas esas cosas”, cuenta Irma. Por eso, la profesora que llegó “trajo pinturas y nos puso en papeles a hacer mezclas de colores y comparar”. Al principio no contaban con infraestructura, aunque gracias a un capital semilla, comenzaron a equipar el local y recibir formación.


Después de un tiempo, sintieron deseos de seguir avanzando: “Queríamos sacar producción y gestionar por ahí después de las clases de aprendizaje. Alguna máquina, más materia prima. […] Empezamos a hacer algunas prendas; algunas ONG nos recomendaban extranjeros que venían y empezamos a vender la ropa bordada”, recuerda la mujer. Todas se han ido especializando en una parte del proceso y ahora cada prenda lleva el nombre de la artesana que la confeccionó y le dio color.






Jóvenes y mayores se acercan ahora al establecimiento en busca de consejo, y es que la experiencia acumulada ha servido para empoderar a otras mujeres. “Estamos ahí constantes en algunas charlas de formación, de liderazgo, de convivencia”, aseguran. Iniciativas como ésta suponen un cambio en los roles patriarcales más comunes en la sociedad e influyen en las relaciones familiares y el ámbito público. Acercarse a la igualdad de derechos en la práctica al principio resultó “conflictivo”, según explica Irma. “Ya a estas alturas [los hombres] están un poco sensibilizados también”, cuenta. “Nos enseñaron cómo tratar, involucrarles, concientizar a nuestros hijos, a nuestros maridos. Ha sido un proceso completo. Ha sido una lucha dura, complicada”.


Las trabajadoras organizadas acuden a ferias y se coordinan con otras redes feministas en una combinación de activismo y producción económica. “Ahorita contamos con etiquetas exclusivas para el añil”, expone Irma. Añil que sigue viajando de Centroamérica a la Península gracias a iniciativas como las de estas mujeres de Suchitoto. Reconocen que quedan muchas barreras por superar y el camino está siendo difícil, pero gratificante. La vehemencia de Ana parece contagiosa cuando sonríe y sentencia: “Estamos ahí, en la lucha”.